Ya no me quieres

Me dijiste que no me querías y te marchaste. No dijiste nada más. Bueno, sí, adiós. Yo me quedé sentado, en ese restaurante, con una copa de vino tinto y una cena por llegar que no me acabaría. 


Sin mirar atrás te marchaste. Borré tu número de teléfono y tu dirección de correo electrónico.Me deshice de los regalos que me diste y te mandé por mensajero las cosas que te habías olvidado en mi casa.


Quería sacarte de mi cabeza como tú te habías ido de mi vida. Pero me di cuenta de que seguía paseando delante de tu casa. Que te espiaba cuando te ibas a trabajar. Que frecuentaba los bares que te gustaban.


Me apunté a clases de cocina en un intento por olvidarte. Iba todos los días al gimnasio y me quedaba a trabajar hasta tarde. Probé el yoga y el pilates, el boxeo y el chino. Iba al cine dos veces por semana. 


Pasaron dos meses y nada. Seguías ahí. Esperaba encontrarte a cada vuelta de esquina. A la alegría de volver a verte le seguía una pequeña decepción cuando no te veía. Así pasaron otros tres meses. yo caminando en tu búsqueda. 


Una tarde fui a buscarte al trabajo. Te esperé y te esperé, pero no saliste. Dos días más tarde conseguí enterarme que te habías marchado. Te habían ofrecido un puesto en la oficina de Honk Kong. Llevabas allí menos de una semana.


Ya tengo el billete, con escala en Londres. Me marcho mañana.   











Ya no te quiero

Salí de casa con una idea clara en la cabeza. Hoy iba a dejarle. No sabía cómo, y no tenía muy claro el porqué, pero el cuándo sí. Hoy. Esta tarde. 


Ya no le quería. A lo mejor nunca le quise, porque no era capaz de recordar cuándo le quise. Hacía meses que no le quería, todos esos minutos en los que había estado con él, sin quererle, eran cada vez más pesados. 


Pero era guapo y tenia mucha pasta. Y un cochazo. Siempre me invitaba a cenar, y de fin de semana a hoteles caros. Cenábamos en los mejores restaurantes. Y el sexo estaba muy bien.


Hoy le vería y se lo diría. Que me dejase en paz, que se había acabado. Que ya no le quería.

Melancolía

Mis lágrimas no me dejan ver el sol, ni la lluvia, ni siquiera la puta ventana. Si no lloro, ni río, si sólo quiero gritar. Si no quiero estar sola ni con gente. Si odio esperar y no hacer nada, si me da pereza levantarme del sofá.


Mi móvil suena y no lo cojo. La radio está apagada y sólo escucho los ruidos de la calle. Un pájaro cantando y una furgoneta de reparto. He lavado las cortinas y han quedado blancas. Ojalá pudiera lavarme a mí de esa forma y quedar blanca y limpia y pura e inocente...


No quiero estar en casa, pero la calle me da flojera. Vuelvo a tener hambre y sed, mucha sed. Correr no me basta, siempre acabo volviendo. Quiero huir, marcharme lejos de mi misma. No oírme, verme ni olerme. No sentirme, no odiarme. 


El suelo está sucio y ya he barrido. Los plátanos se pudren en el frutero y una mosca revolotea sobre ellos.Puedo verme reflejada en la pantalla del ordenador pero no quiero mirar. No quiero ver las arrugas que surcan mi frente ni el pelo desordenado y las ojeras. 


No hay hoy ni mañana, sólo ayer y dolor de espalda. Los libros se acumulan en la mesa y el ordenador siempre está encendido. Puedo jugar al solitario esperando que llegue la noche. Y ahora son las diez de la mañana.



Estoy contigo porque sí

"La miro y duerme. Sus piel es de color crema. Sus brazos descansan por encima de su cabeza y tiene la boca medio abierta. La oigo respirar acompasadamente. 
Al lado dela cama, un cenicero con tres colillas. Sé que fuma en la cama por que cree que me molesta. Pero no sabe que me encantan las chicas que fuman en la cama."


Las dos últimas frases no son mías, son de una canción, "The Hymn for the cigarettes" de Hefner. La primera vez que escuché esta canción me encantó, y su letra me inspiró. Me entraron unas ganas tremendas de escribir una pequeña historia en la que un tipo conoce a una chica que hace cosas para molestarle. Aunque en realidad no es así. 


Me pareció un detalle tan cotidiano, tan visual, que ne mi mente empezaron a aparecer imágenes de cómo serían ambos. Ella, pelo largo, rubio, lánguida. Menuda. Camiseta de rayas rojas y vaqueros estrechos. Él, cantante de un grupo. Muy obvio. Se conocieron en un concierto. Se fueron a casa de él. Empezaron a salir. Pero tenían poco en común. No les gustaban las mismas cosas, la misma música, las películas extranjeras, ni siquiera la misma clase de comida. Ella es vegetariana y odia la comida india. 


Pero siguieron viéndose. Porque sí. A fin de cuentas, él tocaba en un grupo. Era interesante. Y ella odiaba los perros y el fútbol. Él leía a Scott Fidgerald y le encantaban las películas de Francis Ford Coppola. Eso sí, ambos usaban gafas de pasta. 


Estuvieron juntos tres años, porque sí. Porque ella fumaba en la cama y a él le encantaba que las chicas fumasen en la cama. Porque a él le gustaba el fútbol.    
Porque ella tenía el pelo largo y rubio. Porque podían estar largo rato sin necesidad de hablarse. 

Sin horarios

Siempre que me necesites, ahí estaré. Pero apago el teléfono por las noches, para que nadie me moleste. 


Me levantaré por las mañanas, para prepararte el desayuno. Y por las noches, te dejaré la cena preparada si llegas tarde. Pero no me despiertes cuando te metas en la cama. 


Te plancharé la camisa si no te da tiempo, y te recogeré los calcetines. Pero no me llames cuando esté viendo mi serie favorita. 


Me reiré de tus chistes y te diré que lo guapo que estás siempre, pero no me distraigas cuando leo.


Te ayudaré con las cuentas y te prepararé tu bizcocho favorito, pero no me eches la bronca cuando me compre un bolso caro. 


Estaré siempre contigo, mañana tarde y noche.

Sin sombra

Brilla el sol y unas nubes pasan rápido por delante. El otoño por fin se siente y las hojas empiezan a cambiar de color en los árboles. El suelo está embarrado y sucio. Hay hojas y trozos de bolsa de plástico. Colillas y envoltorios de chocolatinas. 


Me cruzo con una vieja por la calle. Lleva un paraguas a modo de bastón y una bolsa vacía. El pelo lo tiene revuelto y se le notan las raíces blancas. Siempre la veo en el mismo sitio. Parada. Parece que espera. A que vengan a buscarla, o a que la lleven a casa. Espera al invierno mientras es otoño, y al verano cuando es primavera. Espera cuando hace sol, y frío, o llueve. 


Me pregunta la hora. Son casi las seis y se está haciendo de noche. Pero tengo prisa y no me paro. Camino sin sombra, con las manos en los bolsillos, dando vueltas sin parar a un papel doblado. 


Doy vueltas al parque, hasta que me duelen los pies. Cada vez más deprisa, con la música a todo volumen. Se ha hecho de noche y tengo que volver a casa.