Una tarde de Madrid

Recuerdo esa tarde. Fue justo dos días antes de que te marcharas. Sentada en el autobús, atravesando la Castellana, veía los coches pasar. El calor abrasaba el asfalto, pero dentro del autobús no se estaba del todo mal. 
Recuerdo que al bajar pisé un chicle y se me quedó toda la suela pegada. Recuerdo que pensé en contártelo, igual que pensaba contarte que había probado los macarons de Mallorca y que eran mucho mejores que los de Mamá Fromboise, pero nada en comparación con los que tomamos en aquella pastelería en París el invierno pasado. 
Recuerdo pequeñas cosas, pero algunas importantes se me olvidan. me acuerdo de cómo ibas vestido el día que te conocí. Llevabas un polo negro de manga corta. Tenía un agujero pequeño en el cuello, como de desgastado. Pero no me acuerdo del día que te marchaste. Sólo recuerdo el vacío. el vacío del lado de tu cama, el hueco en el sofá. El vacío que dejó tu taza favorita en el fregadero.