Después

Después de una noche larga en la cama, de sábanas arrugadas y pegadas al cuerpo. Preparo la cafetera y la pongo al fuego. El café sube y borbotea. El aroma inunda la cocina. Abro el grifo de la ducha, para que se vaya calentando el agua y me quito con cuidado las zapatillas, para no tocar los baldosines fríos del baño con el pie.
Después preparo las tostadas. Mantequilla y mermelada.
El abrigo de la entrada, después las llaves. Después el bolso y el teléfono móvil.
El ascensor, la calle, el frío golpea mis mejillas. Lagrimeo.
Pierdo el autobús. Después camino, camino, camino.
La librería es pequeñita, escondida en un callejón que da a una gran avenida. El correo se acumula en el mostrador, pero después. Después de encender las luces, el ordenador. Después de abrir la puerta. De pasar el polvo por las estanterías. Después de barrer el suelo.
Pedidos, llamadas, un cliente despistado.
Después la vuelta a casa. El autobús está abarrotado. Llueve. La casa está fría. Otra vez se ha estropeado la calefacción. Después la cama, las sábanas arrugadas, los pies fríos.

Siesta de verano

La tarde era calurosa y no tenía nada que hacer. El teléfono no sonaba, el libro resbaló de sus manos.

Una tarde de Madrid

Recuerdo esa tarde. Fue justo dos días antes de que te marcharas. Sentada en el autobús, atravesando la Castellana, veía los coches pasar. El calor abrasaba el asfalto, pero dentro del autobús no se estaba del todo mal. 
Recuerdo que al bajar pisé un chicle y se me quedó toda la suela pegada. Recuerdo que pensé en contártelo, igual que pensaba contarte que había probado los macarons de Mallorca y que eran mucho mejores que los de Mamá Fromboise, pero nada en comparación con los que tomamos en aquella pastelería en París el invierno pasado. 
Recuerdo pequeñas cosas, pero algunas importantes se me olvidan. me acuerdo de cómo ibas vestido el día que te conocí. Llevabas un polo negro de manga corta. Tenía un agujero pequeño en el cuello, como de desgastado. Pero no me acuerdo del día que te marchaste. Sólo recuerdo el vacío. el vacío del lado de tu cama, el hueco en el sofá. El vacío que dejó tu taza favorita en el fregadero.