La extraña pareja

Me crucé con ellos un viernes por la noche. Salí a cenar con unos amigos, y allí estaban ellos, sentados en una mesa, los dos solos. Me imaginé que sería la típica pareja casada, que sale a cenar una vez por semana. Hablaba él sobre todo. Ella le miraba, y no decía mucho. No reían, no se cogían de la mano, lo normal, pensé, si llevaban casados muchos años. En mi grupo seríamos unos nueve, tres parejas y tres solteros. Los suficientes para hacer mucho ruido y para no tener que hablar mucho, siempre había alguien más diciendo algo. Así podía dedicarme a uno de mis vicios más confesables, espiar a la gente de mi alrededor e imaginarme sus historias. No sé por qué esa noche los escogí a ellos, quizás porque los tenía enfrente y no tenía que hacer movimientos raros para mirarlos, o porque ella llevaba el pelo recogido en un moño tipo italiano, o porque me recordaban mucho a mi y mi ex mujer, en los últimos años de matrimonio.


Él tenía pinta de empresario, o directivo en una multinacional. Ella sería ama de casa, o funcionaria. Pero con mucho tiempo libre, así lo decía la ropa que llevaba, el cuerpo cuidado en gimnasio y el peinado elaborado. Era más joven que él, no mucho, o por lo menos lo parecía. Estaba morena a pesar de ser pleno invierno y no llevaba medias. Comía poco y bebía menos.Él en cambio, no paraba de beber, el camarero había ido por lo menos cuatro veces ya desde que yo había llegado a ponerle un nuevo gin tonic. 


Sara, la pelirroja sentada a mi lado, me contó que los conocía de vista. Me había visto observándoles y sabía de mi afición a inventar historias. Le dije que llevaban bastantes años casados, estaban aburridos y solos, o no habían tenido hijos, o los hijos se habían marchado. Sobre todo ella era la aburrida, de él, claro. Un marido con sobrepeso, casi sin pelo y que bebía sin parar, se le tenía que estar quedando muy pequeño. Sara se rió, me dijo que era un romántico incorregible, y que siempre me posicionaba en favor de las mujeres. Mujeres infelices, que se sienten solas, abandonadas en un mundo de apariencias donde son el adorno de hombres de éxito. Eso es le dije, pero no creo que este tipo haya tenido mucho éxito, ¿no? 


Llegaron los postres y el café. Eché todo el sobre de azúcar en el mío y lo moví con cuidado. Sara me dijo que no siempre podía acertar y que a veces no todo es lo que parece, le di la razón sin mucho esfuerzo, aunque a mi siempre me han gustado más mis historias de mujeres solas, esperando que algo o alguien las arranque de su monotonía y sus vidas aburridas. Porque en realidad, en todas mis historias siempre soy yo ese salvador, ese desencadenante que consigue arrancar de las garras del tedio a mujeres infelices y solas.

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